EEUU alerta sobre una nueva arma nuclear rusa
Estados Unidos ha confirmado este jueves que Rusia ha desarrollado una nueva arma "antisatélite", si bien ha señalado que todavía no está "activa" ni desplegada en el espacio y tampoco representa una "amenaza" para la seguridad nacional.
"No estamos hablando de un arma que pueda usarse para atacar a seres humanos o causar destrucción física en la Tierra", ha indicado el portavoz de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, John Kirby, en una polémica rueda de prensa tras la advertencia del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes en la vísperaKirby no ha dejado claro si estas supuestas nuevas capacidades de Moscú están relacionadas con armamento nuclear, aunque ha precisado que violaría el Tratado sobre el Espacio Ultraterrestre, firmado por más de 130 países, según ha recogido Bloomberg.
La polémica comenzó en EEUU hace unos días, cuando se filtraron informes de las agencias de inteligencia que indicaban el posible despliegue de un sistema nuclear ruso en el espacio.
En teoría, el desarrollo todavía está en sus primeras etapas y aún no ha alcanzado el estado operativo en órbita, pero plantea una amenaza que en el futuro podría abocarnos a una posible crisis como la de los misiles de Cuba.
La naturaleza de este proyecto ruso aún no está clara, pero ayer se convirtió en objeto de intenso debate político en los EEUU.
Por lo poco que se sabe, los informes parecen indicar que podría ser un sistema antisatélite de energía nuclear o de armas nucleares.
Si realmente son para lanzarlas en el espacio con el objetivo de destruir satélites militares enemigos, las consecuencias para la civilización serían devastadoras: según las pruebas nucleares de los EEUU en los años 60, la tormenta geomagnética generada tiene hoy el potencial de disparar una reacción en cadena que tumbaría redes GPS, satélites de telecomunicaciones civiles y satélites meteorológicos vitales para que la civilización moderna funcione. Imaginar un mundo sin logística global o predicción meteorológica da escalofríos.
Y, si las armas son para lanzarlas desde órbita a la Tierra, nos llevarían a una potencial crisis geopolítica mundial de consecuencias imprevisibles. No es una coincidencia que los tratados internacionales prohíban las armas nucleares en el espacio: este tipo de misiles podría destruir cualquier parte del mundo en segundos y sin posibilidad alguna de defensa o respuesta. El equilibrio nuclear —como pasó con Cuba en los años 60— quedaría totalmente destruido y el resultado sería impredecible.
Tormenta en Washington
La noticia de esta posible capacidad rusa saltó con un tuit del presidente del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes, el congresista republicano Mike Turner, de Ohio, quien expresó públicamente su preocupación por una "capacidad militar extranjera desestabilizadora". Turner no explicó a qué se refería ni de quién era el peligro pero, irónicamente, pidió transparencia al presidente Biden: "Instamos a la Casa Blanca a desclasificar la información sobre una capacidad militar extranjera desestabilizadora, que constituye una grave amenaza para la seguridad nacional".
En respuesta, el Asesor de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, expresó su sorpresa por la divulgación pública de esta información sin contexto: "Estoy un poco sorprendido de que el congresista Turner haya salido públicamente hoy antes de una reunión que ya estaba agendada mañana [por hoy] para que yo me siente con él junto a nuestros profesionales de inteligencia y defensa".
Mientras, el presidente del Congreso, Mike Johnson, trató de calmar la situación, diciéndole a los periodistas que "no hay motivo de alarma", y asegurando al público que había “manos firmes al volante” desde hace tiempo “pilotando la situación”. Jim Himes, el demócrata de más alto rango en el comité de inteligencia del comité, afirmó que la información secreta que el Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes había recibido “es significativa, pero no es una causa de pánico". En un eco de este esfuerzo para mantener la calma, el presidente del Comité Selecto de Inteligencia del Senado, Mark Warner, demócrata de Virginia, del vicepresidente Marco Rubio, demócrata de Florida, realizaron una declaración conjunta en la que reconocieron la gravedad de la situación, pero aseguraban que han estado "siguiendo rigurosamente este problema desde el principio".
Contra los tratados internacionales
De confirmarse esta jugada de Vladímir Putin —que no es en absoluto descabellada—, se abriría un nuevo capítulo complejo y peligroso en el espacio y las relaciones internacionales. La perspectiva de un sistema con armas nucleares o con capacidad nuclear en órbita introduce un nuevo nivel de amenaza que recuerda a lo peor de las tensiones de la Guerra Fría y es capaz de provocar una crisis geopolítica mundial. China, la segunda potencia espacial y militar, probablemente también vería este movimiento como un desafío estratégico directo, que podría conducir a una carrera armamentista desestabilizadora en el espacio.
Si se confirma el nuevo sistema ruso y Putin sigue con ello, la comunidad internacional debe unirse para abordar estos acontecimientos y defender los principios del espacio como un entorno libre de armas de destrucción masiva, tal y como fue acordado por unanimidad en el Tratado del Espacio Exterior de 1967.
Los riesgos de estas armas
La perspectiva de que Rusia despliegue un sistema ofensivo nuclear en el espacio, sea cual sea su naturaleza, no solo reavivaría la guerra fría, sino que además abre la puerta a varios futuros distópicos.
El primero son las consecuencias de una detonación nuclear en el espacio en la actualidad. Como demostró la prueba Starfish Prime realizada por los Estados Unidos de 1962, una pequeña ojiva termonuclear de 1,4 megatones detonada sobre el Océano Pacífico a más de 400 kilómetros de altura. Eso sucedió cuando apenas había satélites en órbita, pero, hoy en día, dada la altísima densidad de estos objetos, el pulso electromagnético (EMP) generado por algo como Starfish destruiría o desactivar miles de satélites de una tacada, iniciando una reacción en cadena que tendría efectos exponencialmente más devastadores para la sociedad moderna.
Los efectos a largo plazo incluirían un entorno de alta radiación en el espacio, acelerando la degradación de los componentes de otros satélites y potencialmente conduciendo al síndrome de Kessler, una cascada de desechos espaciales que destruiría más satélites y que podría hacer inutilizables las órbitas terrestres.
Además, el despliegue de armas nucleares tiene un gran riesgo de accidentes. Un mal funcionamiento durante el lanzamiento, una detonación inesperada en órbita o la reentrada involuntaria de materiales radiactivos en la atmósfera de la Tierra podría tener consecuencias catastróficas. Los impactos ambientales y de salud de las consecuencias radiactivas de dicho incidente serían globales y duraderos.
Dado el decadente estado de los sistemas espaciales rusos —que acumulan decenas de fallos muy graves en las últimas décadas—, un accidente así es más que posible.Por eso la comunidad internacional reconoció en 1967 el peligro de estas armas en el espacio y codificó en un tratado del que tanto Estados Unidos como Rusia son signatarios. Este tratado prohíbe explícitamente la colocación de armas nucleares o de destrucción masiva en órbita alrededor de la Tierra. El tratado refleja un consenso global sobre la necesidad de mantener el espacio como un dominio pacífico para toda la humanidad. Lógicamente, y visto lo que ha pasado en los últimos años con la ruptura de los tratados de desarme nuclear y la invasión ilegal de Ucrania, a Putin esto le debe dar absolutamente igual.
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